miércoles, 27 de junio de 2012

Estimada Afra:

Me ha hecho mucha ilusión recibir tu carta. Ahora mismo estoy en el campo, donde te gusta. Son las 12’30 de la noche. Tengo la radio puesta, con uno de mis CD’s, espera, voy a subir el volumen a ver si lo oyes, ♪♪, ¿te suena? Pues es un rock, adelante, puedes bailarlo, no te prives.

Y ahora un poco más en serio, voy a coger un helado y a pensar como te voy a contar un sueño que he tenido y que muchas veces me hace confundir la realidad de lo que es.

Mi sueño empezaba con una persecución, la víctima de ello era yo, el perseguidor, una persona con la que yo me pasaba ocho o nueve horas diarias, demasiado tiempo para no fijarte en ella. Al principio  pensaba que se trataba de un juego, una simple broma sin más consecuencias que saberla llevar. De todos modos, en mi sueño quizás a mi forma de actuar era distinta, más decidida o más dispuesta a dejarme llevar que de costumbre.

Él significaba todo lo prohibido, y muchas veces conseguía distanciarme, sin embargo descubrí que la perseverancia era una virtud en él. Pero yo también fui terca y al mismo tiempo decidí que tenía que enfrentarme, que no escapaba por miedo sino porque no me interesaba.

Sin embargo, en el fondo yo sabía que existía cierta atracción y un gran sentimiento de simpatía. Él no necesitaba decirme nada, ya que si no me daba cuenta yo, me lo hacía ver.
Así, poco a poco me iba dando cuenta de que mi perseguidor ya no lo era y que prefería tenerlo de acompañante.

El diálogo y las palabras desde luego eran su fuerte y casi siempre coincidían con mis pensamientos, y lo que es peor, junto con su forma de actuar, casi siempre me convencían de toda ¡y lo que nunca me pasaba en la realidad! me hacía olvidar el tiempo, estaba realmente bien en su compañía.
Yo me dejé llevar como nunca, aunque siempre luchaba con mis razonamientos, el corazón o lo que fuese no me dejaba actuar como debería. “Esto no puede ser”, no solo lo decía yo sino que él también empezó a decirlo, pero esta era la contracción más exagerada que se pueda imaginar uno, - tú te imaginas decir que odias pintarte y al mismo tiempo echarle diez cremas en la cara- no es fácil de comprender, aunque ni le resultará muy fácil de imaginar. Pues esto se iba repitiendo cada vez con más insistencia, según nos encontrábamos los cinco primeros minutos la sensatez se imponía por las dos partes, “te estoy haciendo más mal que bien y sé que te puedo llegar a hacer mucho más”, solo que también era “esto es muy bonito, no tenemos por qué romperlo tan pronto”.

Hasta aquí mi sueño con frases incluidas porque creo que así, y aunque hay mucho más, podrás entenderme fácilmente.

Nos quedan tres meses de verano para reflexionar, para superar o para aprender a mentir.
Nada más, cuando vengas o vaya seguiremos hablando, porque lo necesito.
Ánimo con la guitarra, todos sabemos que puedes. Yo te daría dinero si te viera tocando en la calle.
PD; Me gusta tu nuevo estilo peli-rojo.

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